A veces la vida nos sorprende con cosas maravillosas, y cuando esto ocurre, la vida fluye hermosa, luminosa y feliz, pero esos momentos suelen ser cortos, y por lo mismo debemos atesorarlos en el corazón. Y así como hay días de sol, a veces pasamos por lluvias, tormentas, huracanes, y en esos momentos donde todo es gris y frío, nos cuesta mucho recordar el calor del verano. Si en estos momentos sientes ese frío, busca en tu interior el calor del sol. Si no lo logras encontrar, no te preocupes, busca a alguien que lo posea, busca a esa persona que sea refugio y fuente de luz para ti. Si crees en Dios, Él es fuente de luz, calor y amor, pero si no lo consideras así, tampoco es grave, somos libres de creer o no, eso no te hace una mala persona. Puedes buscar este calor en tus padres, tíos, primos, amigos, vecinos, en una mascota, lo importante es buscar y no quedarse en el frío.
Puede que en estos momentos piensas que no hay nadie a tu alrededor capaz de hacer desaparecer ese frío que te consume, pero, aunque no me creas, ¡sí existe! A veces no es sólo una persona, sino un grupo, un deporte, la música, el arte. Abre tu corazón y pide ayuda, pedir ayuda no es de débiles sino todo lo contrario, es un acto de mucho valor, reconocer que necesitamos ayuda es ser muy valiente.
Quizás sientas que no mereces que te amen, a lo mejor alguien te ha herido y hecho pensar que no vales nada, que la vida es sólo sufrimiento. Pero no es así. No alojes dentro de ti los malos pensamientos que hayas recibido; eso que te dicen no eres tú, es la opinión de otros, no es lo que tú eres. Tú eres una persona única e irrepetible, nadie es como tú, mereces amor, cariños, risas, palabras lindas, pues, aunque tal vez no lo sientas ahora, Dios te creó en esa forma única, y te ama profundamente. Recuerda que estás aquí porque debías nacer, y venir a este mundo a llevar tu luz y ser el verano de muchas personas; no permitas que nadie apague tu luz.
¡Lo lograrás, sólo no te rindas!