Esta carta de amor está dirigida a ti que desde niño has sido dañado y como reacción, la única manera que has encontrado para protegerte es agredir a otros antes que logren hacerte daño nuevamente. A ti que sufres en silencio y a la vista de todos, pero pareciera que nadie quisiera ver lo que te está pasando.
Déjame decirte que vales mucho. Fuiste elegido para un buen propósito en esta vida, aunque ahora no lo ves con claridad. Eres importante y único. Jamás albergues pensamientos que te hagan creer lo contrario, ni dejes que vengan a destruir la oportunidad de hacer algo para que las cosas cambien en tu vida.
En medio de mi dolor me sentía desechada, con una niñez marcada por el abuso y una adolescencia triste por el rechazo de un padre alcohólico. A los veinticinco años conocí la luz de nuestro Señor Jesucristo y él ha sido mi bálsamo en estos trece años que lleva presente en mi vida. Te quiero decir a ti, niño o adolescente, que no tengas miedo a salir de esa oscuridad, porque la luz ha llegado a tu vida para que vivas por Él y para Él. Le conocí siendo adulta cuando se produjo ese maravilloso encuentro. Antes tuve que vivir muchas experiencias difíciles, pero tú estás a buen tiempo de permitirle que sea tu capitán.
Si estás leyendo estas líneas es porque tu tiempo de ser libre ha llegado. La verdadera libertad está en nuestro Señor Jesucristo y al estar con él somos perdonados y podemos perdonar a los que nos han dañado de forma voluntaria o involuntaria. Esto nos ayuda a seguir avanzando y ya reparado el dolor, poder recibir su bendición.
Espero que estas cortas líneas lleguen a tu corazón y las atesores para que puedas salir adelante viviendo, de verdad, libre.