Sabemos que la pérdida de un ser querido es considerada una de las situaciones más tristes y estresantes que se puede experimentar en la vida cotidiana. En el proceso del duelo se experimentan distintas reacciones emocionales y físicas que, con el paso del tiempo, terminan siendo adaptadas para la mayoría de las personas afectadas. Sin embargo, ¿qué sucede con las que extienden su dolor por tiempos más largos, impidiendo el desarrollo de la vida normal? Hoy veremos la importancia y la mirada de los psicólogos en un duelo para ayudar a los afligidos a adaptarse a su pérdida y continuar viviendo una vida significativa.
Comprender el dolor.
No existe forma que distintas personas experimenten la muerte de un ser querido de la misma manera. La forma en que las personas expresan su dolor depende de una serie de factores, incluida su personalidad, las circunstancias que rodean aquella muerte y la forma en que ven el mundo. Una de las cosas más difíciles para las personas que están de duelo es «no saber qué esperar”, especialmente en los primeros meses. A menudo se preguntan si su experiencia o lo que están viviendo es “normal” y si no “se están volviendo loco”s. Parte del papel del psicólogo es educar a las personas desconsoladas sobre las emociones y síntomas que pueden experimentar después de la muerte, intentando aumentar su sentido de control y facilitar su adaptación a esta nueva normalidad.
Pérdida, cambio y control.
La pérdida, el cambio y el control, son tres de los principales componentes psicológicos del duelo. Cuando alguien muere, naturalmente nos centramos en «quién» murió, pero es importante considerar que la muerte viene de la mano con la pérdida de muchas otras cosas, como qué significaba esa persona para nosotros. Por ejemplo, el hecho que haya muerto tal persona, significa el cambio de los roles prácticos si el o ella era el proveedor principal de la familia o si esa persona representaba las esperanzas y los sueños para el futuro. Ayudar a las personas desconsoladas a identificar lo que han perdido es un paso importante, ya que cada pérdida debe abordarse como parte del proceso de duelo.
Por su parte, el cambio es una consecuencia inevitable de la pérdida, y la cantidad de cambios que las personas tienen que navegar tiende a relacionarse con qué tan vinculada estaba su vida con la de su ser querido. Aprender a adaptarse a estos cambios requiere tiempo y esfuerzo, ya que implica que los afligidos prueben cosas nuevas.
Finalmente, el concepto de control juega un papel central en la interpretación cognitiva del duelo. Cuando alguien muere, el afligido tiene poco o ningún control sobre las circunstancias que rodearon la muerte. Sin embargo, pueden sentirse abrumados por su dolor e inseguros sobre qué hacer para ayudarse a ellos mismos, en un momento en que se sienten especialmente vulnerables y solos.
El impacto de la pérdida.
La manera en que las personas se relacionan con la vida y la muerte, tiene un impacto significativo en cómo se lamentará cuando viva la pérdida de un ser querido. Por ejemplo, la mayoría de las personas, esperan que los niños sobrevivan sus primeros años y que todos disfrutemos de vidas largas y saludables. Sin embargo, cuando alguien muere repentina o prematuramente, se cuestionan muchos de estos supuestos básicos sobre la vida. Del mismo modo, el diagnóstico de una enfermedad terminal y la muerte que ocurre posteriormente, también pueden desafiar la creencia que una persona tiene sobre el mundo. A esto, los psicólogos le llaman una discrepancia entre lo que el deudo esperaba y lo que realmente ocurrió. Cuanto mayor es la discrepancia, más difícil puede ser adaptarse a la muerte de un ser querido. Esta es una de las razones por las cuales la muerte de un niño se considera una de las mayores pérdidas, ya que desafía nuestras creencias sobre la vida y la muerte y la forma en que pensamos que las cosas deberían ser.
Expectativas sobre el progreso.
Cuando una persona se encuentra en proceso de duelo, es común escuchar comentarios como «Han pasado tres meses, pensé que ya estaría mejor». Dichos comentarios reflejan que la expectativa juega un papel importante sobre los que esperamos de este proceso.Queremos que las cosas se hagan de inmediato y tendemos a tener poca paciencia. No sorprende entonces que las personas, incluidos los que están de duelo, crean que el dolor debe ser algo que puedan «superar rápidamente» para que puedan «volver a la normalidad», de la misma manera que se recuperarían de una enfermedad. El problema es que esta visión del duelo es incorrecta. El dolor no es una enfermedad, sino un proceso altamente individualizado que involucra muchos altibajos.
Terapias
Asistir a un psicólogo o terapeuta cuando nos enfrentamos al duelo, es esencial para comprender la experiencia de las personas desconsoladas, identificar las barreras que pueden enfrentar y ofrecer estrategias para aumentar su sentido de control sobre sus emociones. El enfoque de la terapia se centra en descubrir sus pensamientos y comportamiento sobre la muerte, así como también al hecho de construir una nueva vida sin el difunto. Las terapias sirven tanto para ayudar a aquellas personas con reacciones de duelo normales (donde la intervención podría tener un enfoque psicoeducativo y de orientación) como también a una intervención más estructurada y a largo plazo para aquellos que sufren un duelo prolongado o complicado. La terapia ayuda a los afligidos a conciliar la muerte de su ser querido, lo que implica darles permiso para llorar lo que necesite y mientras los guían, apoyarlos para construir una nueva vida.