Es una costumbre difundida en muchas culturas y países. Prácticamente en todos los servicios fúnebres hemos visto cómo los amigos y parientes del difunto depositan junto al féretro (y luego sobre la sepultura) un ramo de flores, una corona o un plafón floral. Ofrecemos flores en memoria del que ha partido de este mundo, en señal de amor, respeto y admiración. Nos parece normal, pero ¿cuál es el origen y sentido de esta tan difundida costumbre?
No se sabe con completa certeza cuándo ni dónde comenzó la tradición de depositar arreglos florales en los entierros, pero sin duda es una costumbre muy antigua. Se han descubierto flores dentro de sepulcros del Paleolítico, y eso fue hace unos 13.000 años atrás. También se descubrió en la tumba del faraón Tutankamón (muerto el año 1327 a.C. en Egipto) un ramillete de flores silvestres que su esposa depositó sobre el sarcófago, detalle que impresionó a los arqueólogos más que toda la riqueza del hallazgo, realizado en 1922.
Algunas fuentes señalan que la costumbre de depositar flores está relacionada con las fragancias que estos órganos de algunas plantas despiden. Las flores se empleaban, de acuerdo a esta versión, como una manera de mitigar el aroma de la muerte, considerando que en algunas culturas los funerales podían durar varios días. De hecho, antiguamente los muertos se perfumaban con ungüentos fabricados en base a flores, para evitar que se expandiera fuera de la sepultura el mal olor.
Respecto a las flores que se emplean en arreglos funerarios, se emplean por ejemplo crisantemos, rosas, claveles, lilium y los famosos gladiolos. Cada una de estas flores expresa un sentimiento en particular, lo mismo que las rosas rojas. Para que con este gesto puedas expresarte adecuadamente en un velorio o funeral, te lo contaremos en un próximo artículo de Funeraria Inmemoria.